
El cineasta letón Gints Zilbalodis nos regala con Flow una historia asombrosa, una fábula visual que elimina las palabras para contar la odisea de un gatito negro en un mundo apocalíptico. A medida que la catástrofe se despliega y los terrenos se inundan, el protagonista aprende a confiar en otros animales con los que comparte un pequeño barco: un ave, un capibara, un lémur y un perro. Juntos, enfrentan un entorno que se transforma constantemente, en una lucha por la supervivencia.
Personalmente, Flow era una película que me generaba grandes expectativas, precisamente por su ausencia de diálogos. La idea de contar una historia únicamente a través de la imagen, el sonido y la música me parecía un reto narrativo fascinante, y el resultado no me decepcionó.
La animación de Flow es un logro notable, no solo por su ejecución técnica sino por su capacidad de transmitir emociones a través de un estilo minimalista. Creada con Blender, un software de código abierto, la película evita la sobrecarga de detalles y apuesta por una estética pictórica. Su propuesta visual evoca una sensación de ensoñación y melancolía, haciendo de cada cuadro una pieza cuidadosamente compuesta.
Uno de los aspectos más desafiantes de la película es su narrativa. Sin diálogos ni narrador, la historia se comprende únicamente a través de la observación: las miradas, los gestos y los sonidos de los animales comunican más que cualquier palabra. Esta decisión artística no solo demanda una mayor atención del espectador, sino que también refuerza la idea de que el mundo en Flow es uno donde los humanos ya no están, y donde las relaciones entre los animales se definen por la supervivencia y la adaptación.
Zilbalodis se aleja de convertir a sus personajes en reflejos de la sociedad humana. A diferencia de otras películas como Zootopia, que otorgan a los animales características humanas para transmitir mensajes morales, Flow se alinea más con la mirada de los animales que con la de un espectador humano.
A nivel sonoro, la película es una joya de diseño auditivo. La ausencia de diálogos se ve compensada con un sonido envolvente que intensifica la experiencia: el crujir de los árboles, el golpe del agua contra las superficies, los sonidos de los animales, todo contribuye a una atmósfera que nos hace sentir pequeños ante la inmensidad de la naturaleza.
El impacto de Flow en la animación contemporánea ha sido tal que desde su estreno en el Festival de Cannes, ha cosechado múltiples premios. Ha obtenido el de Mejor música en Annecy y el Premio del Público. Su recorrido en festivales la ha posicionado como una de las obras más innovadoras del año y ha llevado a figuras como Guillermo del Toro a calificarla como una muestra del futuro de la animación. Y como si fuera poco, ganó el premio Oscar a la Mejor Película Animada, consolidándose como una obra maestra dentro del cine de animación.
Más que un relato postapocalíptico, Flow es una invitación a contemplar el mundo con asombro y compromiso. En un paisaje donde la civilización ha desaparecido, los animales no buscan redimir el pasado ni construir un futuro, sino simplemente sobrevivir y encontrar compañía en la travesía. En ese sentido, la película nos recuerda que la belleza y el sentido de la existencia pueden encontrarse en los momentos más inesperados. Con Flow, Zilbalodis no solo confirma su talento como narrador visual, sino que redefine los límites de lo que la animación puede lograr. Es una experiencia cinematográfica única que merece ser vista y apreciada en toda su magnitud.