Aprender a decir “no” es uno de los propósitos de cada año de miles de personas. Pero saber hacerlo es todo un arte. No a la rumba si quieres un sábado de Netflix and chill. No al almuerzo familiar de domingo si la nota está como para una comidita casera. No a la tarjeta de crédito del banco que ha llamado cuatrocientas cuarenta y cuatro mil veces. No a la oferta laboral que el cerebro apremia, pero el corazón rechaza.
A veces decir “sí” es ir contra los impulsos mismos. Nuestra mente tenía el no preparado; sin embargo, descubrimos a nuestra boca en una mueca circular. La lengua pegada a la parte trasera de los incisivos. La subsiguiente cuarta vocal del abecedario siendo pronunciada. Cámara lenta. Matrix en los labios.

Idea Vilariño y Mario Benedetti lo saben, lo han sentido. Conocen la asfixia tras el no. Por esos sus dos poemas casi homónimos: Decir no y Decir que no. Dos poetas que lo expresan en verso.

“Decir no"
Por: Idea Vilariño
Decir no
decir no
atarme al mástil
pero
deseando que el viento lo voltee
que la sirena suba y con los dientes
corte las cuerdas y me arrastre al fondo
diciendo no no no
pero siguiéndola.
“Decir que no"
Por: Mario Benedetti
Ya lo sabemos,
es muy difícil
decir que no,
decir no quiero,
ver que el dinero forma un cerco
alrededor de tu esperanza,
sentir que otros,
los peores,
entran a saco por tu sueño.
Ya lo sabemos,
es muy difícil
decir que no,
decir no quiero,
pero cómo desalienta
verte bajar de tu esperanza,
saberte lejos de ti mismo.
Oírte
primero despacito
decir que sí,
decir sí quiero,
comunicarlo luego al mundo
con orgullo enajenado,
y ver que un día,
pobre diablo,
ya para siempre pordiosero,
poquito a poco
abres la mano
y nunca más
puedes cerrarla.
