La ciudad que se vive a través del freestyle rap

Batalla de freestyle. Edición Arte urbano Revista Enredarte

Por: Tita Katherine Otero González

En las calles se respiran versos al aire. Es posible encontrar a un grupo enfrentándose con rimas y flow. Antes de iniciar, cuando solo hay un par de personas, con camisetas oversize y pantalones o bermudas anchos, regadas por la zona ―casi todos hombres―, la poco prejuiciosa policía aparece:

―¿Quiénes son esos vándalos que vienen a hacer showcito?

Se acercan con miradas recelosas al pequeño teatro al aire libre. Después de un pacto de cordialidad, el organizador promete una velada hasta cierta hora en punto, y cero drogas y alcohol. En realidad, para los policías, con su glorioso poder, no hay cabida para esos espectáculos bajo ninguna condición. ¿Acaso es ilegal habitar el espacio público? ¿Una batalla de freestyle rap es una ofensa? Sentenciados antes de la comisión de los hechos. 

Wil Torres, organizador de la liga profesional Master BGA, cree en el freestyle como una posibilidad de encontrar un lugar en el mundo, pues muchos de los intérpretes viven en condiciones de vulnerabilidad social, económica, familiar, psicológica. Se trata de ver la calle ―y habitarla― no como el espacio para los vicios y el desenfreno. Este género ―nacido del hip hop y que vio la luz en el Bronx (Nueva York) en un marco de injusticias y discriminación― sigue asociándose al desorden, a la violencia, al caos, a la marginación. Sin embargo, es un estilo de vida que propende por crear una ciudad que se pueda habitar más allá del estigma y en un marco de superación.

Poco a poco los participantes y espectadores son convocados a la batalla. En el parque La Pera (Floridablanca) el sol comienza a calentar. La primera ronda del circuito de ascenso del Master BGA está lista para iniciar con sus 106 inscritos del Gran Santander. Big Nigga (el host del «Hey yo») invita a todos con las advertencias de la policía (lo que no evitará ni que haya uno que otro por ahí consumiendo lo que no debe consumir, ni a la policía al acecho). La tribuna se va llenando. Big Chill, Drou y DRM están listos con tablas portapapeles para calificar con ojo crítico. El freestyle es más que palabras sueltas sinsentido. 

Los MC (raperos) son genios de la improvisación. El freestyle oral genera enfrentamientos líricos con profunda agudeza en la creación. Los recursos literarios abundan: calambures, anadiplosis, paranomasias. Cada uno saca el repertorio de skills (habilidades para rapear). Métrica y ritmo, un compás bien marcado. Un patrón (estrofa) 4×4 (el más común), 2×2 y hasta 8×8, es decir, con cuatro, dos u ocho barras (versos). Además, pueden ir a doble tempo (rápido). Y que no falte la rima, gran esencia del freestyle: asonante, consonante, con versos pareados. 

―¿Cuál fue el mensaje que tu entregaste? ―preguntó Shinigami

―¡Que todos pueden como yo, ascender a la Master! ―respondió victorioso Félix. 

Puro flow: al ritmo del beat, fluidos como el viento. Sus caras ante el acierto son un poema. El ambiente es efervescente. Quien se traba y no alcanza soltura… agacha el rostro ante la inminente derrota. En el play off de ascenso a la liga profesional del Master BGA, Félix obtiene el cupo frente a Shinigami. Sin embargo… «Si yo no salía / nadie iba venir / ¡Por eso es que yo salía y él tenía que salir!», este le asegura a Hank. Y así queda conformada la liga profesional: doce freestylers listos para ganar la nueva temporada. 

En paralelo, en el circuito de ascenso participa cualquier freestyler para sumar puntos durante la temporada. El primero se lleva un pase directo a la liga profesional y el último de esta se despide del trono. El segundo de ascenso se enfrenta con el penúltimo de la liga: Hank perdió su lugar ante Shinigami. Aquí está el alto nivel de freestyle. 24 de los 106 avanzan a los triángulos de fuego. Ocho batallas, luego cuartos de final (cinco puntos) con enfrentamientos cara a cara. De allí a la semifinal (diez puntos) y luego Insuficiente se lleva la corona de la primera fecha del Master BGA con treinta puntos; Marcel, subcampeón (veinte puntos), no se queda atrás. 

«Ah, qué bueno, todos aquí quieren ser alguien / La buena pa’ todos dice ese freestyler / pero el que es amigo de todos / no es amigo de nadie». ¡Punchline (remate) de Ratamirez! El público grita, desprende energía, mueven las manos de arriba hacia abajo, golpeando la nada frente a ellos al son del beat. El freestyle rap es una narrativa. El MC crea un relato, habita el espacio público y lo dota de significado. En un círculo infinito, se nutre del entorno. Y así, el panorama de la consciencia influye en el patrón. Necesitan estar actualizados para contar. Temas que circundan la sociedad; situaciones íntimas, del otro e interpersonales; atención al momento. Todo se vale, hasta las ofensas e insultos. Nada personal, pero los beef (controversias) no faltan. Que no lleguen con rimas preestablecidas, eso sí. A veces los rounds giran en torno a objetos, palabras; en otras ocasiones, se otorga un minuto libre. Su voz se vuelve colectiva: entre los que se enfrentan crean un tejido de réplicas y contrarréplicas.

Junto al teatro abierto los niños saltan, las palomas revolotean, los perros deambulan. La brisa refresca la calentura. Nada detiene las batallas: ni el sol que quema ni la policía. Estática. Las familias se acercan y los transeúntes apuntan sus cámaras al cada vez más cerrado círculo que se forma alrededor de los contrincantes. Los MC se mueven fieros. No solo se trata de música y rap, también de teatro. Kinesia, proxemia y paralingüística. Sus cuerpos emiten mensajes: el control del micrófono y la proyección de la voz; Niño Bueno lleva camisa con cuello dentro de la bermuda; otro lanza un besito a su rival. Se mueven por el espacio, se acercan para intimidar, las manos relatan.

«¡Y se lo damos en tres, dos, uno…!». Comienza el round al unísono. La gente clama la batalla, aplaude el buen patrón. Se cierra el primer día de la temporada. Nada pudo contra el arte, la cultura y la expresión. Algunos esperan llegar a sus casas para, con el amanecer, seguir practicando. La calle ya no es solo el sitio del caos, también es el espacio de los sueños y del freestyle rap. No es solo ocio, es un estilo de vida, una oportunidad y una profesión. Como dijo Félix, «¡No se come del aplauso!». 

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