Por: Tita Katherine Otero González – @lasletrasdetita
Una novela perturbadora. Imagínense un mundo en el que los animales son sacrificados por tener un virus letal. Al poco tiempo, la sociedad toma una decisión: consumir carne humana. ¿Cuál es el ansia de ingerir alimento animal?
Sin embargo, las palabras “carne humana” o “canibalismo” no tienen cabida. El lenguaje en esta obra es protagónico. Los seres humanos criados para el consumo son un simple producto tratado bajo las leyes de las cosas. Son bienes que pueden venderse, reproducirse artificialmente, examinarse bajo laboratorio, incluso cazarse. No tienen nombre ni apellido. Viven bajo el anonimato encerrados en mataderos que los alistan para el consumo o el fin deseado por los que sí son llamados “personas”.
Son simples “cabezas”, seres anulados de la sociedad. Sociedad que, sin embargo, en parte muestra el terror que se esconde detrás de sus actos. Las personas sienten nauseas ante los horrores del trato hacia los humanos consumibles. En las carnicerías se venden orejas y dedos. Lo importante es no darle una nomenclatura que haga rememorar que esa carne viene de iguales. Así, bajo un manto invisible, nada ocurre.
No obstante, quedan dudas. ¿De verdad existe el virus o es una excusa manipuladora de los gobiernos? Porque, al fin y al cabo, se redujo la superpoblación, los deseos criminales son más suprimibles y la ciencia puede avanzar con experimentación en personas. Un interrogante transversal y latente en la obra.
Ahora, el mayor plot twist ocurre cuando el protagonista recibe como regalo a una “hembra” criada para el consumo. ¿Qué hará con el “producto”? En dicha sociedad distópica ajena a los conceptos de ética imperantes en la realidad, hay tabúes y normas sociales de obligatorio cumplimiento. Solo diré que hay una crítica inmersa respecto a la trata de personas, específicamente de niños y niñas.
En fin, “Cádaver exquisito” es una novela que hiela la sangre. Pero, más allá de la historia, hay una crítica social bien construida que, con frases cortas, genera la pulsión correcta. El ritmo es vertiginoso y seco. Tal como la sociedad que existe en este mundo distópico que ha traspasado barreras históricamente superadas.