Por: Tita Katherine Otero González (@lasletrasdetita)
Paola Esteban nos enseña una realidad (o reitera un hecho): la vida perfecta no existe. La vida es imperfecta. Es la sociedad las que nos ha impuesto o mostrado cánones de perfección cada vez más difíciles de alcanzar, no solo por ser extremos sino por su constante mutación.
A través de trece cuentos, vamos de la mano de historias que son un espejo de realidades que quieren ser calladas: las del dolor, las ansiedades, las tristezas, los anhelos. Entre más perfección se busca, más nos damos cuenta de su imposibilidad, más angustia se crea en nosotros.
Los relatos deshacen los conceptos aprehendidos: “El maquillaje se derritió entre sus dedos. El retrato de su vida perfecta se transfiguró ante ella”. Eliminan el velo que nubla la vista. Nos hace confrontarnos con nosotros desde el yo y la otredad.
¿Qué tanto miedo puede causar el leer historias sinceras que parten en pedazos la vida perfecta que otros pintan y que queremos lograr? Por eso este libro es aterrador en un mundo de pretensiones. Paola nos deja claro a través de los personajes que la belleza no es pura, que la felicidad nunca es completa, pero que, tal vez, es más fácil sobrellevar el dolor cuando somos conscientes de ello.
Cada cuento plantea una historia distinta que no necesita de palabras expresas para reflejar su sentido. Como dice el tip de escritura: mostrar, no contar. Paola Esteban muestra con imágenes y descripciones acertadas, puntuales, directas. No sobran palabras. Y gracias a ello es que los(a) lectores(as) se posibilitan el salto al vacío.
La prosa es afilada, veloz, rítmica. Paola es contundente no solo con lo que quiere expresar, sino con cómo lo hace. Entre frases cortas, los(as) lectores(as) respiramos la vertiginosidad tras la muestra de vidas imperfectas. Yo diría, más bien, que vidas a secas. Reales.