Por: Nataly Bustos Rojas
El color rojo del semáforo indica a Edinson que es momento de ubicarse en el escenario. El b-boy o breaker reproduce Ciudad de nadie de la banda Peliroja y se concentra en el beat que marca el ritmo al que se moverá, se apoya en una sola mano sobre el suelo mientras la otra queda abierta en el aire, da pequeños saltos sobre sí mismo y va abriendo y cerrando sus pies. La gente que lo mira desde los automóviles, motos o buses no lo sabe, pero acaba de hacer un handhope. Apoya ambas manos y con la fuerza va girando el torso sin que los pies toquen el suelo, el paso flare es uno de los básicos en el hip hop.
Después de tantos años de experiencia y como director de Guerreros del Asfalto, sabe que el tiempo en el semáforo es contado, así que antes de que cambie a amarillo pasa entre los espectadores para recibir una apreciación por su arte. Algunos lo miran con desconfianza, otros aplauden, y hasta alguien le grita «¡busque trabajo!», a lo que él piensa «¿cómo así?, si este es mi trabajo». La gente desconoce que acaba de presentarse en un festival en Europa, que mañana su escenario será el teatro, que pasado mañana estará en un cypher, pero que hoy está en el semáforo porque como artista le gusta volver a donde comenzó su historia: la calle.
Mientras estudiaba danza y era docente en una academia, Edinson se dio cuenta de que el conocimiento sobre el hip hop demoraba en llegar a Bucaramanga, situación que hoy en día disminuye por la extensa información que se difunde en redes sociales. Lo descubrió al compartir con un grupo de artistas urbanos que emigraron de Venezuela y que se reunían a bailar en los semáforos de la ciudad o en los parques (por ejemplo Las Cigarras) más preocupados por innovar en un movimiento o una disociación que en si les daban dinero a cambio de lo que hacían. Esto lo inspiró a tomar una decisión: cambiar la academia por un aprendizaje más guerreado. Se acostumbró a las asoleadas, a los callos en las manos y a las miradas y palabras cargadas de prejuicios.
La calle fue su único escenario por mucho tiempo, pero la gestión cultural de estos guerreros del asfalto les ha llevado a otros escenarios en países de Latinoamérica y Europa, pues al momento de crear puestas en escena u obras teatrales se dan la mano entre ellos, reflejando el compañerismo y multidisciplinariedad que los caracteriza. Quienes hacen parte de esta cultura Hip Hop (con las dos «H» mayúsculas) se rigen por cinco elementos principales, «DJ, grafiti, rap, danza y conocimiento colectivo», así lo explica Edinson, como tratándose de un creyente que cita a su profeta (rapero) KRS ONE, mientras lleva su Biblia del Hip Hop bajo el brazo.
Con estos rezos… amén. La colaboración ha permitido que el grupo cree obras teatrales que mezclan diferentes disciplinas: Bucaranueces Street, presentada en el Teatro Delia Zapata Olivella (Bogotá), relata el cuento clásico Cascanueces mediante la danza urbana y la cultura bumanguesa. Made in China es otra de sus obras que relata la vida de tres artistas de semáforo en pandemia y combina el hip hop con el grafiti; fue escenificada en 2021 en el Auditorio Luis A. Calvo. Además, suelen unirse entre ellos para aplicar a convocatorias o becas del Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga (IMCT). Hasta la fecha han sido ganadores de dos estímulos: en una ocasión para participar representando a la ciudad en el Festival Summer Dance Forever en Ámsterdam, y por su propuesta sobre corpomusicalidad, presentada en los Congresos Internacionales de Danza en México.
«Unión de espíritu, cuerpo y alma en la danza» para hacer que el cuerpo se convierta en un instrumento más de la orquesta, para ir al ritmo de la melodía, de la estructura musical. Eso es corpomusicalidad. Por ello estudiar hip hop no es fácil ni económico, contrario a lo que podrían pensar quienes solo ven desde una mirada externa al bailarín de calle. Pero reconocer un staccato, legato, portato en notaciones musicales o identificar los beats por compás requiere de disciplina para los artistas. Incluso, en Guerreros del Asfalto manejan tres estilos de danza urbana: popping, locking y breaking.
El locking lo inventó una persona que no sabía bailar y que llegaba a la discoteca a saludar señalando, cuenta Edinson de manera graciosa, mientras que el Popping puede identificarse dentro de los estilos porque el bailarín hace como robot; Miguel de Guerreros del Asfalto es el duro en el estilo y se conoce artísticamente como B-Cobow. El breaking es el que comúnmente se ve en los semáforos, donde el artista se para de manos y realiza movimientos sin que los pies toquen el suelo.
En Bucaramanga no se tiene en cuenta la cultura que se gesta en la calle. Edinson cuenta sus experiencias bailando en otros países donde el escenario fue el mismo, con la diferencia de que su público estaba más abierto a disfrutar del arte. Incluso, en términos de infraestructura, la calle en esa otra ciudad (Ámsterdam, conviene destacar) estaba preparada para ese tipo de manifestaciones artísticas urbanas con tomacorrientes, llaves de agua, aspectos tan sencillos como esos que hace que se piense en lo quedada que está la Ciudad de los Parques, al no tener ni un solo parque en condiciones adecuadas para artistas urbanos como él, quien, por ejemplo, si quiere hacer un movimiento del breaking en un espacio público como ese, no puede porque sabe que se rasparía.
Y a pesar de que «Bucaramanga es una ciudad tradicional», el bailarín de hip hop reconoce que se ha avanzado en derribar los estigmas del arte callejero. Ahora quedan otros desafíos para estos guerreros, como el de compartir el conocimiento de una generación a otra, para que esta cultura y danza no se pierda. Si se le pregunta a Edinson «¿dónde están los Guerreros del Asfalto?», probablemente su respuesta sea «en la calle», ya sea de alguna ciudad de Colombia o del mundo. Su huella y su arte demuestran que el escenario no tiene fin: la calle no distingue fronteras.