Improvisando en la danza con Alejandra Gissler

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Por: Tita Katherine Otero González

A veces el cuerpo necesita moverse de forma espontánea. La santandereana Alejandra Gissler juega con el espacio, las superficies y los cuerpos para bailar. Se mueve en torno a ello; mira, escrudiña, escucha, siente, vibra. La curiosidad se vuelve una capacidad en la creación con el yo y el ello. Lee a través del entorno para lo imprevisto.

¿A caso la improvisación se reserva solo a la infancia? No. Es la capacidad de lo pronto, de la percepción. La palabra “jugar” no está destinada únicamente al imaginario colectivo de la niñez. Se juega con el alma, con el cuerpo, con los sentidos; se juega en el espacio, con los otros y con uno mismo. Por eso, Alejandra Gissler crea espacios, prácticas abiertas, para indagar en las experiencias dancísticas.

¿Cuál es tu enfoque en la danza?

Me interesa entender en qué consiste la práctica de la danza, qué relevancia y qué lugar tiene en el mundo en el que vivimos. El enfoque de mi trabajo actualmente está en hacerme esas preguntas observando el rol de la danza en diferentes contextos, y especialmente en espacios verdes urbanos como jardines y huertas comunitarias. Quiero saber de qué forma bailar nos permite ser más sensibles, profundizar nuestros vínculos con los y lo que nos rodea, y experimentar genuinamente la curiosidad y el placer.

¿De qué forma te relacionas con los gestos danzados?

Los gestos danzados improvisados son fugaces, son mi forma y lugar en el mundo en un momento determinado.

Imágenes compartidas por la artista. Autora: Rocío Chacón

¿Por qué crees que la improvisación es importante en la danza?

Dentro de la práctica de la danza la improvisación permite un acceso al movimiento sin un destino o un camino concreto. La improvisación ofrece un placer contrario al de la coreografía, en la que conocer los pasos y las formas da cierta seguridad, y eso posibilita grandes exploraciones. En este caso, improvisar invita a encontrarse con lo desconocido, vivir la incertidumbre, pero también la libertad.

¿Cómo crees que puede activarse la sensibilidad artística en la danza en la ciudad?

En la ciudad deben existir más plataformas en las que se muestren proyectos locales, al igual que obras y compañías de afuera. Plataformas no solamente en los grandes teatros, sino en los espacios comunitarios, en los barrios, y que se genere una movida permanente de la danza. Que la gente se sienta acompañada, retada y representada en lo que ve. Que se vean expuestos a algo que para mí es evidente: la danza y el movimiento nos atraviesan fundamentalmente como sociedad y como seres vivos.

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¿Por qué crear espacios abiertos al público para la práctica de la improvisación?

Porque improvisamos todo el tiempo. Esa capacidad, aunque sí se puede expandir y refinar con la práctica, ya la tenemos todos en nuestro cuerpo. Mi práctica de improvisación, de hecho, consiste en observar el movimiento que ya está presente en el cuerpo, o sea, de generar movimiento desde la conciencia de que no estoy instaurando nada nuevo. La improvisación además libera, permite imaginar y olvidar, y descansar.

¿Crees que las prácticas de improvisación funcionan en todo tipo de público en cuanto al nivel de aprendizaje que se tiene?

Sí, creo que la coreografía de repente necesita cualidades un poco más específicas, como la relación con el espacio, el ritmo, etc. La improvisación, por el contrario, solo requiere de la capacidad de moverse: la esencia de todos los que estamos vivos. Ayuda también tener un poco de curiosidad por el juego, y no tener miedo o resistencia al no saber.

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